viernes, 4 de octubre de 2013

UNIÓN ENTRE ESTADO E IGLESIA

El Imperio Bizantino 
El imperio bizantino, también llamado imperio romano de oriente, o sencillamente Bizancio, fue un Estado cristiano heredero del imperio romano que pervivió durante toda la edad media y el comienzo del renacimiento y se ubicaba  en el mediterráneo oriental.
A lo largo de su dilatada historia, el imperio bizantino sufrió numerosos reveses y pedidas de territorio, especialmente sobre las guerras romano- sasánidas y las guerras arobizantinas.  Aunque su influencia en áfricas del norte y riente próximo había entrado en declive como resultado de estos conflictos, continuo siendo una importante potencia militar  y económica en Europa, oriente próximo y el mediterráneo oriental durante la mayor parte de la edad media.
Durante su milenio de existencia, el imperio fue un bastión del cristianismo, e impidió el avance del Islam hacia Europa oriental.
Para asegurar el control del imperio romano y hacer mas eficiente su administración, el emperador Diocleciano a finales del siglo III, instituyo el régimen de gobierno conocido como tetrarquía consistente en la división del imperio en dos partes, gobernadas por dos emperadores Augustos, cada uno de los cuales llevaba asociado un vice- emperador y futuro heredero Cesar.
Tras la abdicación de Diocleciano  el sistema perdió su vigencia y se abrió un periodo de guerras civiles que no concluyo hasta el año 324, cuando Constantino  I el grande unifico ambas partes del imperio.
Constantino reconstruye la ciudad de Bizancio como una nueva capital en 330. La llamo nueva Roma, pero se le conoció popularmente como Constantinopla. La nueva administración tuvo su centro en la ciudad, que gozaba de una envidiable situación estratégica y estaba situada en el nudo de las más importantes rutas comerciales del mediterráneo oriental.
Constantino fue también el primer emperador en adoptar el cristianismo, religión que fue incrementando su influencia a lo largo del siglo IV y término por ser proclamada por el emperador Teodosio I, a finales de dicha centuria, religión oficial del imperio.
 La unión religiosa que existía en dicho imperio fue amenazada por las herejías que proliferaron en la mitad oriental del imperio, y que pusieron de relieve la división en materia doctrinal entre las cuatro principales sedes orientales: Constantinopla, Antioquia, Jerusalén, y Alejandría. Ya en 325, el concilio de Nicea había condenado el arrianismo que negaba la divinidad de Cristo. En 431, el concilio de Éfeso declaro herético el nestorianismo. La crisis mas duradera, sin embargo, fue la causada por la herejía monofisista que afirmaba que Cristo solo tenia una naturaleza, la divina.
Es en este periodo que se inicia también la estrecha asociación entre la iglesia y el imperio: Leon I (457-474) fue el primer emperador coronado por el patriarca de Constantinopla.
Antes del reconocimiento de la religión cristiana por el Estado romano y de su elevación a religión oficial (era de Constantino), la cuestión se centró más bien en torno a las relaciones de los cristianos, y no tanto de la Iglesia, con el Estado. La actitud de la Iglesia primitiva estaba determinada en principio (incluso en tiempo de las persecuciones) por una lealtad benevolente hacia el poder estatal, al que se reconocía como el orden dado por Dios y al que, por tanto, se prestaba obediencia, en tanto no se llegara a una oposición entre sus exigencias y las exigencias divinas.
Los cristianos estaban obligados a orar por el emperador, pero rechazaban el culto del Estado y los sacrificios ante las imágenes de los dioses y de los césares.
Por razones de unidad política y por la necesidad de armonía entre iglesia y estado, el emperador cristiano gobernó también prolongando en cierto modo la posición sacral de los primitivos emperadores paganos a los obispos y la Iglesia. La idea de que la unidad del cristianismo y la unidad del imperio se condicionaban mutuamente, tuvo su expresión en el hecho de que los obispos asumieran funciones estatales y en la amplia asimilación de la organización eclesiástica diocesana a las unidades administrativas existentes en el imperio romano, así como en los privilegios estatales de la Iglesia y del clero y en la intervención jurisdiccional del emperador cuantas veces veía amenazada la ortodoxia y la unidad de la Iglesia.
Frente a la pretensión creciente de soberanía estatal, que representaba de algún modo una vuelta a las funciones del antiguo culto romano del Estado, la Iglesia se vio en la necesidad de determinar la correcta relación entre la competencia eclesiástica y la estatal, persuadida de su propia autonomía y libertad, e igualmente de su vinculación a los diversos órdenes profanos. Estas tentativas condujeron en Bizancio tras la fundación de Constantinopla como la segunda Roma, a los principios del dominio oriental sobre la Iglesia y, en el imperio romano occidental, a la libertad de la Iglesia.
En el imperio bizantino la unidad de iglesia y estado quedó asegurada bajo la soberanía del emperador, cuya persona empezó por incorporarse a la jerarquía como sacerdos imperator, apareciendo después como el soberano elevado a la esfera sacra en forma de basileus terrenal. Por lo que respecta a las relaciones entre iglesia y estado en occidente, fue decisiva la doctrina de las dos espadas, expuesta por el papa Gelasio I (492-498) contra Bizancio, la cual iba a ser fundamental para toda la edad media.
Como nos podemos dar cuenta es en este imperio donde se empiezan a entablar las relaciones entre la iglesia y el estado, pero esta unión o esta relación entre estas dos formas muy diferentes de pensar beneficia a las personas, ya que ambas tienen sus creencias y por llamarlo de alguna manera su forma de castigar, ya que están determinadas siempre por una dialéctica que proviene de la diferencia esencial entre ambos, pues las dos instituciones dirigen sus pretensiones a los mismos seres humanos, aunque con diversos fines, una con el fin que beneficie a los hombres o con las reglas impuestas por ellos, mientras que la otra se guía por reglas o normas establecidas por un ser divino. Estado es procurar asegurar el bien natural de sus ciudadanos en la tierra, mientras que la Iglesia está llamada a proseguir en la tierra la obra salvífica de su fundador y conducir a los hombres a la salvación eterna mediante la palabra y los sacramentos.


No hay comentarios:

Publicar un comentario